El funeral del padre Pepe, como solíamos llamarle, tuvo lugar en la Iglesia de Nuestra Señora de Montesión y constituyó una multitudinaria manifestación de duelo de los palmesanos y mallorquines en general, que habían perdido a un hombre radicalmente bueno, con una bondad siempre disponible, solícito sin distinción alguna, y sobre todo habían perdido a un sacerdote amigo, en esa línea pastoralista del Papa Francisco, que a tantísimos seduce. Sus restos reposan en la cripta de la iglesia en que tantísimas veces celebró la eucaristía, escuchó las confidencias de tantísimas personas, y se sintió confortado por la presencia del santo jesuita, Alonso Rodríguez, patrono de Mallorca.
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